Con el recuerdo aún palpitando en la garganta, Aissatou cuenta que sus padres querían lo mejor para ella y que, por eso, le practicaron la ablación. Tenía nueve años. Ahora tiene 49. Habla con seguridad pero, cuando el recuerdo se hace muy fuerte, los ojos se humedecen y pide una pausa. Una cuchilla que se blandió hace cuatro décadas y un cuerpo que no olvida. «Lo recuerdo todo, fue horroroso», dice terminando un café ya frío en una terraza de Madrid.
Un día la despertaron en un pueblo al sur de su Senegal natal. Una delegación de mujeres la llevó al bosque junto a otras niñas. Todas bailaban. Las mujeres por la ceremonia y las niñas porque iban a convertirse en mujeres. Aissatou no, porque intuía dolor. Había una señora entre la arboleda y por sus manos iban pasando las niñas y les iba cortando el clítoris. Cuando llegó su turno, Aissatou gritó. Nadie entendía, pues se suponía que era motivo de orgullo.«Es muy rápido, cuando empiezas a gritar, ya ha pasado», rememora.
Aissatou, un nombre inventado para que sus cercanos no la reconozcan, llegó a España en 1994 como estudiante de Filología Hispánica. Quería regresar después a su país y convertirse en profesora pero una complicada situación familiar le obligó a quedarse y a buscar trabajo. En España, sus problemas como mujer mutilada surgían cuando iba al ginecólogo. «He estado en varios, lo veían pero no me decían nada», dice. «Se creaba un silencio», recuerda, como un elefante africano en la habitación de un ginecólogo blanco.
Por ello, no lo dudó cuando conoció el Programa de reconstrucción genital post ablación de la clínica Salud de la Mujer Dexeus de Barcelona. «Es como si te hubieran cortado un dedo sin tu consentimiento y más tarde te den la opción de recuperarlo», cuenta. «Era volver a tener lo que era mío, y sabía que si iba a cualquier médico ya no se iban a producir esas situaciones raras», añade.
El programa, impulsado por el doctor Pere Barri en 2007, ya ha operado a más de 100 mujeres y consiste en estirar el clítoris para que vuelva a la superficie y en reconstruir los labios en caso de que hayan sido cortados. Aissatou es la voz y rostro de las 55.000 mujeres que residen en España provenientes de países donde la ablación es una práctica común, además de las 17.000 niñas en nuestro país que corren el riesgo de sufrirla, según un informe de la Fundación Wassu-UAB. El dictamen que guiará un pacto de Estado contra la violencia de género, aprobado la semana pasada en el Congreso, ha tenido en cuenta estas cifras y considera la mutilación genital como una forma más de violencia machista. El texto consensuado por los parlamentarios propone mejorar la formación de los profesionales de la sanidad y la educación así como incluir la ablación como agravante en las penas. Sin embargo, no recoge que las reconstrucciones de clítoris las pague la Seguridad Social.
«Estoy convencido de que la sanidad pública debería cubrir estas operaciones», comenta el doctor Pere Barri, que operó a Aissatou en junio del año pasado. Su centro, aunque es privado, ofrece las operaciones de manera gratuita y cada una tiene un coste aproximado de 3.000 euros. Resalta que los casos que han resuelto ellos en 10 años podrían hacerse en centros públicos en uno solo, pero no ve voluntad de hacerlo.
Existen iniciativas parecidas desde el sector público, como en el Clinic de Barcelona, pero los casos son contados y en marzo de este año habían operado a menos de 20 mujeres. «Lo que hace el Clinic vende mucho pero van pocas mujeres», remarca Adriana Kaplan, de la Ffundación Wassu-UAB y una de las consultadas para elaborar el pacto de Estado.Ve con buenos ojos los avances pero pide que se profundice más. «Para las mujeres africanas, la reconstrucción no es una prioridad, lo que hay que hacer es formar a los profesionales para que atiendan las consecuencias de las que ya están mutiladas», añade, y espera que la dotación de presupuesto del pacto de Estado sea efectiva en ese sentido. «Hasta ahora, en Cataluña el presupuesto para ello es de cero euros», dice.
Aissatou nunca culpó a sus padres por lo que le hicieron. «Lo hacen porque son criados en esa creencia», dice, y critica cuando al hablar de ablación se caricaturiza a los padres como una especie de monstruos. Antes de operarse, Aissatou llamó a su madre para decírselo. Quería recuperar lo que un día le quitaron. La madre le pidió perdón, en su nombre y en el del padre, que ya había fallecido. Le explicó que creían que era lo mejor, porque la sociedad lo exigía. Pero eso Aissatou ya lo sabía.
CONTRA LA MUTILACIÓN GENITAL EN ESPAÑA
Las administraciones. El texto para el pacto de Estado contra la violencia de género firmado en el Congreso recoge la ablación como una forma de violencia contra la mujer y endurece las penas. En España hay entre 50 y 60 protocolos que establecen líneas de actuación para los profesionales que trabajan con estos casos.
La reconstrucción. Centros como el de Salud de la Mujer Dexeus y el Clinic de Barcelona ofrecen operaciones para la reconstrucción del clítoris. Sin embargo, pocas mujeres se someten a ellos y no los cubre la Seguridad Social.
Lo que falta. Las organizaciones que trabajan con víctimas denuncian que el grueso de las actuaciones se desarrollan a posteriori, tras la ablación, pero que se hace poca prevención al respecto. Consideran la inversión en educación un factor clave.