'Quería sentir como las otras mujeres': la vida post-reconstrucción del clítoris | Broadly
01/03/2017

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"Es una marca de género. Se considera que para ser mujer tienes que pasar por eso, tener esta marca en el cuerpo. Además, está asociado a los mandatos de la virginidad, de la castidad, de la limpieza o pureza, en un sentido físico y simbólico. Y también está asociado al control de la sexualidad de las mujeres", explica Luisa Antolín, responsable técnica del Programa de Prevención e Intervención ante la Mutilación Genital Femenina de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF). Este corte está apoyado por un sinfín de mitos de lo más grotescos, como que la mujer que nos circuncidada antes del matrimonio podrá matar al marido o causar deformidades en el bebé si este toca el clítoris durante el parto.

Shana se sometió hace unos meses a un tratamiento de reconstrucción de clítoris a escondidas de su padres. Contactó por correo electrónico con la Clínica Dexeus en el marco de un programa pionero y gratuito en reconstrucción postablacion para pedirles ayuda y se inventó otro motivo de la operación para que no la descubrieran en casa. "Decidí no decirles nada porque me daba miedo su reacción. No quiero decir que sean malos padres, ya que nunca me ha faltado de nada y me han criado bien, pero creo que en este tema no pensaron en mí", explica Shana a Broadly. "En relación a este tema, creo que ellos priorizan la cultura a la salud de su hija", agrega.

A los trece años, Shana fue consciente de lo que le había pasado. Pero no fue hasta los dieciséis, al ir por primera vez al ginecólogo, cuando le informaron bien de las implicaciones que conllevaba para sus relaciones sexuales.

"Decidí operarme porque quería sentirme como las otras mujeres y sobre todo porque quería sentir placer sexual y sentirme bien conmigo misma. Lo encontraba una injusticia esto que me habían hecho, yo no lo escogí, yo no di mi palabra y se tomaron la libertad de decidir por mí. A sí que decidí buscar ayuda", explica.

El postoperatorio de una operación de este tipo no es fácil. "Después de la operación sentí mucho dolor, fue muy duro para mí, sentía que el dolor empeoraba. Recuerdo llamar muchas veces a Marta [sanitaria de la clínica] para contárselo. Fueron dos meses muy duros donde apenas salía de la cama y debía de medicarme constantemente", rememora. Después de casi seis meses, Shana está completamente recuperada y ha recobrado la sensibilidad en sus genitales.

Pero el resultado positivo de Shana no significa que la operación de reconstrucción postablación sea infalible en todos los casos. La ginecóloga Maria Isabel Serrano Fuster, que ha tratado con varias pacientes víctimas de MGF, alerta de que "depende mucho del tipo corte". "Cada caso es distinto, por eso hay hasta cuatro diferentes grados de MGF. El éxito de la operación también depende de si se ha infectado o no o de si la mujer ha parido, por ejemplo. Hay muchos factores", argumenta Serrano. Los diferentes grados de MGF van desde la resección total o parcial del clítoris al estrechamiento de la abertura vaginal después de cortar, recolocar o coser los labios.

Pese a que Gambia aprobó en 2016 su primera ley contra la ablación genital femenina, este país sigue encabezando la lista de las víctimas menores de 14 años. Según la ONU, más de la mitad de las niñas han sido sometidas a la ablación. En España, la ablación se considera una forma de violencia de género.

Además de las consecuencias físicas ―dolor al mantener relaciones sexuales, insensibilidad, riesgo de infección, partos complicados, etc.―, la mutilación genital femenina "tiene unas consecuencias mentales muy graves para las mujeres porque lo viven como un tabú", argumenta Antolín. Además, "las pacientes que viven en Europa se sienten peor porque tienen más afectación psicológica al descubrir que son diferentes", subraya el Dr. Pere Barri, responsable del programa de reconstrucción genital post ablación de la Fundación Dexeus Salud de la Mujer.

El peso de la comunidad juega un factor clave en la perpetuación de esta práctica. "Es algo que forma parte de la comunidad, es también su seña de identidad, de pertenencia. Las mujeres que se oponen quedan excluidas y repudiadas. Es muy difícil rebelarse contra eso", explica. Normalmente la ablación es practicada por mujeres prestigiosas de la comunidad, que además suelen cumplir otras funciones, "por lo que todo tu entorno lo legitima y es propicio para eso", recalca Antolín.

Sin embargo, una preocupación creciente es la medicalización de esta práctica. Se calcula que alrededor del 18 por ciento de las MGF son practicadas en centros de salud por expertos sanitarios. En algunos casos, la familia opta por pagar un alto coste a cambio de practicar el corte en un entorno más seguro. "Institucionalizar este proceso en un hospital es una forma de legitimarlo", advierte la ginecóloga Serrano. Para Barri, "medicalizar la ablación disminuye el riesgo de complicaciones y los peligros de la clandestinidad. Pero no disminuye su práctica".

Antolín subraya que es una "tradición milenaria" ―se han encontrado momias del Antiguo Egipto mutiladas― y que nada tiene que ver con ninguna religión. "Es más una tradición que un mandato religioso", explica. La ablación se practica en buena parte de África central, en zonas de Asia, Oriente Próximo y en tribus indígenas de Latinoamérica. "Es importante que no se vea como una práctica aislada de unos salvajes subdesarrollados. Es una práctica que está dentro del patriarcado, como otras tantas manifestaciones que tenemos en Occidente. Por eso es tan difícil de erradicar", concluye.

El nombre de Shana ha sido cambiado para preservar su intimidad*