Dentro de la multitud de cambios que se producen en la piel durante la menopausia, la preocupación más recurrente entre las mujeres es la deshidratación de la piel.
La menopausia es una etapa marcada por la ausencia de menstruación a lo largo de doce meses seguidos. Se trata de un proceso natural que se inicia normalmente entre los cuarenta y los cincuenta años, durante el que los ovarios dejan de producir óvulos y la producción de estrógeno comienza a declinar.
Aunque cada mujer experimenta la menopausia de forma distinta, los signos más visibles suelen producirse en la piel. Sequedad, arrugas, flacidez, piel más fina…, son solo algunos de los problemas cutáneos a los que se enfrentan las mujeres en esta etapa de sus vidas.
Causas de la deshidratación y sequedad de la piel durante la menopausia
Con la drástica reducción en la producción de colágeno y elastina en los primeros años de la menopausia por la pérdida de estrógenos y progesterona, la capacidad de la piel para retener agua y mantener la hidratación se ve afectada.
Además, la epidermis se vuelve más frágil y permeable, con lo que la función barrera de la piel se ve comprometida y el organismo es más susceptible a ataques de agentes externos medioambientales (radiaciones, temperatura, contaminación), que agudizan los procesos de deshidratación, irritación y sensibilización
Estos cambios pueden empezar a aparecer durante la perimenopausia, un periodo de entre cuatro y ocho años en el que estas hormonas sexuales comienzan a desequilibrarse y a experimentar fluctuaciones más extremas.
Síntomas principales
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Reducción de la producción de sebo
Además de fomentar la producción de colágeno y elastina, el estrógeno también tiene un papel importante en la producción de aceites naturales en las glándulas sebáceas de la piel, conocidos como sebo cutáneo, que ayudan a mantener la piel protegida de agresiones externas, hidratada y elástica. Durante la menopausia se reduce la producción de estos aceites debido a cambios en la estructura de la piel y la reducción de ácido hialurónico, entre otros, lo que promueve la deshidratación.
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Picores e irritación
El cambio en la textura de la piel, provocado por la falta de hidratación y la fragilidad de la barrera epidérmica, puede ser la causa de que experimentemos picores o enrojecimiento en zonas más o menos extensas de nuestra piel, especialmente si estamos expuestos a un clima seco y frío. En los casos más extremos, la piel puede llegar a agrietarse, agravar los efectos de una piel atópica o desarrollar síntomas de otras dermatitis.
Piel áspera
La falta de hidratación puede hacer que la piel tenga una textura apergaminada y áspera, e incluso provocar la aparición de descamaciones. Una piel seca es también más propensa a que las arrugas y líneas de expresión se profundicen y es más frágil a los agentes medioambientales. La buena noticia es que estos efectos pueden mejorarse usando productos cosméticos y tratamientos profesionales hidratantes adecuados, así que es posible lograr que la apariencia de la piel y las arrugas mejoren en gran medida.
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¿Hay algún cambio que pueda hacer en mi dieta para mejorar la hidratación de mi piel?
Los ácidos grasos esenciales, especialmente el omega 3, pueden ayudar a la piel a producir la barrera de sebo protectora que necesita para mantenerse hidratada. Estos compuestos pueden encontrarse de forma natural en el pescado azul, los frutos secos y el aceite de semillas de linaza y soja, entre otros. También podemos recurrir a consumirlos mediante suplementos dietéticos, entre los que destacan los de aceite de pescado.
Los alimentos a evitar en caso de deshidratación son el azúcar, la sal, la cafeína y el alcohol. Y, por supuesto, es importante beber la cantidad de agua adecuada para hidratar todo nuestro organismo.
Además de estos cambios en la dieta, incorporar el ejercicio físico será el complemente perfecto no solo para mantener una piel saludable, sino para beneficiar la salud de su corazón y sus huesos. Tenga en cuenta que el ejercicio incrementa la circulación sanguínea, aportando los nutrientes y el oxígeno necesario para la piel, lo que ayuda a fomentar la producción de colágeno.
¿Qué rutina cosmética es más adecuada para combatir la sequedad de la piel?
Una piel deshidratada puede beneficiarse mucho de cremas de uso tópico que contengan agentes hidratantes y emolientes como glicerina, ácido hialurónico, ceramidas, urea o manteca de karité, y también antioxidantes como la vitamina C. Para ayudar a que estas cremas hidratantes penetren mejor, podemos exfoliar suavemente la piel con productos cosméticos que contenga alfahidroxiácidos, como por ejemplo el ácido láctico, pero no es recomendable el uso de peelings agresivos, ya que pueden dañar aún más la barrera protectora de la piel.
Es recomendable complementar la rutina diaria con sérums concentrados y hacerse mascarillas faciales. Preste especial atención a la piel del contorno de los ojos, que es más fina, y a la de las manos.
Además, tenga a mano alguna bruma facial hidratante y refrescante, sobretodo para bajar temporalmente temperatura durante los sofocos.
Por último, recuerde nutrir codos y pies con cremas o mantecas muy emolientes.
¿Cómo puedo prevenir la deshidratación de la piel?
Evite usar agua excesivamente caliente o limpiadores que contengan jabón o fragancias para limpiar la piel, optando por limpiadores suaves. A continuación, utilice una hidratante con la piel todavía húmeda para que retenga la máxima humedad posible.
Además, es fundamental usar siempre un protector solar de amplio espectro con un SPF 30 o superior si va a exponerse al sol, ya que de lo contrario provocará que los aceites y el agua de la piel se evaporen, contribuyendo a la sequedad de la piel.
Si fuma, intente dejar de hacerlo. Además de ser un hábito muy perjudicial en otros ámbitos de la salud, la nicotina resecará aún más su piel. Si vive en una zona de clima seco, usar un humidificador podría aportarle un gran alivio.
Es útil evitar los cambios de temperatura bruscos. También ayuda controlar el exceso de sudoración, ya que el sudor, al ser ácido, aumenta la irritabilidad de una piel ya irritada o sensibilizada.