Ana siempre quiso ser madre, y esperó “su momento”, el de mayor estabilidad en su vida laboral, económica y de pareja, para ponerse a ello. Lo que nunca pensó es que una ilusión acabaría convirtiéndose en una obsesión.
Tras dos años de búsqueda y tres tratamientos de reproducción fallidos, se encontraba abatida: su vida había quedado paralizada para dedicarse a los tratamientos; le costaba relacionarse porque todas sus amistades ya se habían convertido en padres y su vida sexual había perdido “la chispa”. Además, se sentía angustiada y negativa ante nuevos intentos de tratamiento, y se preguntaba ¿será mi ansiedad lo que me impide quedarme embarazada?, lo que la hacía sentirse culpable.
El caso de Ana no es una excepción. La infertilidad es un problema muy común (afecta a un 15% de la población) y, aunque puede tener solución, esta acostumbra a ser larga, costosa e incierta, lo que supone un acontecimiento vital estresante en la vida de la pareja, que tiene repercusiones a nivel psicológico en un 40% de los casos.
Que necesitamos apoyo emocional es evidente. Pero dar el paso de consultar a un profesional cuesta. Además, muchas veces dudamos porque no sabemos muy bien en qué consiste la consulta o qué tipo de ayuda nos puede ofrecer.
Para eliminar esas dudas, aquí tienes una lista de algunas de las cuestiones que más preocupan y que pueden ser motivo de consulta. Identificarlas te ayudará a descubrir cuáles son tus puntos fuertes y débiles y valorar si necesitas o no la ayuda extra de algún profesional experto en psicología y salud mental:
- Adiós a la culpabilidad. Es un sentimiento muy habitual. Existen muchos estudios sobre la correlación entre ansiedad e infertilidad, pero no se ha demostrado que la ansiedad sea un factor determinante para el resultado del tratamiento. Así que no dejes que te afecten los comentarios del tipo «olvídate», «vete de viaje», «no te quedas embarazada porque estás obsesionada».
- Gestiona las emociones. Identificar la rabia, el sentimiento de injusticia o la tristeza, y aceptarlas descubriendo los pensamientos negativos que las provocan ayuda a reducir el sufrimiento.
- Deshazte de los miedos. ¿Te aterra ponerte inyecciones? O te preguntas: “¿me sentiré mayor como madre?”, “¿estamos haciendo lo correcto?” Los miedos nos paralizan así que, además de reconocerlos, hay que saber cómo afrontarlos.
- Controla tu ansiedad. Aprender técnicas de relajación, respiración diafragmática y mindfulness permite gestionar mejor el estrés y la ansiedad. La acupuntura también resulta especialmente recomendable para relajarse y mejorar nuestro estado de ánimo
- Mejora tu capacidad de comunicación. Ser asertiva y expresar lo que sentimos de forma adecuada: ni pasiva ni agresiva, ayuda a evitar situaciones incómodas, y refuerza nuestra confianza y bienestar personal.
- Refuerza tu relación de pareja. Es esencial. Si la sexualidad se ha visto afectada hay técnicas para reactivarla y mejorarla. Son frecuentes los fallos de erección en el hombre, por la ansiedad de rendimiento o temor a “no cumplir” en los días “que toca”, y la pérdida de deseo en la mujer (se da en un 50% de los casos).
- Prepárate mentalmente. Hay que trazar un “plan de corredor de fondo”, ya que no sabemos cuándo llegará el embarazo, ni cuántos ciclos de tratamiento serán necesarios para conseguirlo.
- Ten expectativas realistas. Es fundamental para afrontar los resultados de los tratamientos: ni el excesivo optimismo (“seguro que esta vez lo conseguimos”) ni el catastrofismo (“esto es imposible”) ayudan.
- Apoyo en situaciones difíciles. La necesidad de recurrir a la donación de gametos, un aborto o la posibilidad de tener que renunciar a seguir con los tratamientos son situaciones que requieren un apoyo especial.
- No estás sola. El apoyo psicológico a lo largo de todo el ciclo de tratamiento permite sentirse acompañada/os durante todo el proceso, y te ayudará a centrarte y disfrutar más de lo positivo que hay en tu vida.