Consejos para ganar calidad de vida e invertir en salud
En general, asociamos la idea de envejecer como algo negativo, porque se considera que comporta un deterioro progresivo de nuestra salud y de nuestras capacidades físicas y cognitivas. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define este concepto como “un proceso en el que podemos optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida”.
Desde el punto de vista biológico, es verdad que conlleva un conjunto de modificaciones morfológicas y fisiológicas que supone una disminución de la capacidad de adaptación en cada uno de los órganos, aparatos y sistemas, así como de la capacidad de respuesta a los agentes lesivos que inciden en el individuo. Por ello, el envejecimiento de los organismos y particularmente el nuestro como especie humana ha sido motivo de investigación y preocupación desde hace años.
Pero hay sin duda otro concepto que va íntimamente ligado al envejecimiento: la esperanza de vida, que ha aumentado considerablemente en los últimos años, gracias a las mejoras en la alimentación y la atención a la salud. Así que estaría bien que a la vez que longevos, ¡pudiéramos mantenernos sanos!
¿Por qué envejecemos? La explicación fisiológica es que nuestro organismo funciona en equilibrio entre los procesos de degradación y la reparación de los mismos. Cuando se produce una ruptura en ese equilibrio dinámico, envejecemos. En ese proceso intervienen elementos muy variados, como las influencias genéticas, nuestros hábitos de vida y factores ambientales (contaminación, radiaciones….), que podrían incidir de manera positiva o negativa en cada lado de la balanza.
Si tenemos en cuenta todo lo anteriormente nombrado, nos encontramos ante el escenario perfecto para investigaciones sobre cómo ralentizar dicho proceso, o cuál es el causante de ese deterioro paulatino. Podríamos diferenciar entre el envejecimiento fisiológico o normal y el patológico. Los radicales libres son el producto resultante de la transformación de los nutrientes en energía y son los responsables del paulatino deterioro. Cuando hay un excedente de estos, ¿qué pasa? Que se ha excedido su capacidad de control sobre el organismo. De ahí la necesidad de incorporar sustancias que sean capaces de reparar daños.
No vamos a seguir hablando de fisiología ni de términos científicos, pero está bien hacernos una idea de lo que ocurre en nuestro interior y cuál es el proceso por el que todos hemos de pasar. Y es precisamente aquí donde me gustaría hacer especial hincapié. El secreto para envejecer de forma saludable no es una dieta milagro, ni comer según qué productos por sus características, sino una buena prevención: evitar el sedentarismo, mantener una vida activa y basar nuestra alimentación en productos naturales, de proximidad y temporada, algo tan sencillo como esto, pero vigilando las calorías que consumimos, ya que, como indica el Dr. Pascual García Alfaro, jefe de la Unidad de Menopausia de Dexeus Mujer, “con los años nuestro metabolismo se enlentece y necesitamos comer menos cantidad y más calidad en los alimentos”.
No son pocas las dietas que siguen apareciendo como “el gran milagro antiedad” antioxidativa, depurativa, antiinflamatoria… Pero no nos dejemos engañar por falsas promesas o falsos logros, seamos lógicos y prácticos. No digo yo, por eso, que en todos esos alimentos de los que nos venden unas grandes propiedades no las tengan, por ello debemos incluirlos en nuestras ingestas, ya que pueden ser una buena opción en nuestra alimentación, pero no únicamente en la edad adulta sino durante toda la vida.
Los brotes y los germinados, en batidos, triturados, fermentados y deshidratados son un excelente recurso nutricional para complementar nuestra dieta. Los alimentos de origen vegetal (verduras y hortalizas) silvestres y ecológicos, y los cereales integrales son más nutritivos y naturales, además, contienen una buena cantidad de antioxidantes. Las legumbres, ¡las gran olvidadas!, pero no por ello las menos importantes dentro de nuestra alimentación (no deberían serlo), aportan proteínas y fibra, así que en la planificación de nuestros menús semanales deberían incluirse entre 3 y 4 veces a la semana (preferiblemente en la comida y no en la cena).
Asegurarnos siempre de incorporar proteína en las principales comidas del día, sea de origen animal (carnes preferiblemente blancas de pollo, pavo o conejo, y pescado) o bien de origen vegetal. Al igual que la ingesta recomendada de ácidos grasos (omega 3-6 y 9), que encontramos principalmente en el pescado azul, aceite de oliva virgen extra, semillas, frutos secos y el aguacate.
Pero el hecho de consumir productos frescos, tiene un inconveniente: son perecederos con mayor rapidez, por ello, hemos de vigilar su conservación.
No hay que olvidarse que nuestro organismo necesita hidratarse, por eso en una buena dieta no ha de faltar el agua, esencial para nuestra vida, que supone más del 60% de nuestro peso corporal. Las necesidades varían en función de nuestra edad, sexo, actividad, etapa vital y las épocas del año. Aunque, en general, se aconseja un consumo de entre 1,5 y 2 litros diarios. En este post encontrarás más información sobre cómo hidratarse.
En definitiva: fomentemos la calidad de vida, retiremos al máximo los alimentos procesados, refinados o preparados; vigilemos que nuestra dieta tenga productos ricos en nutrientes, en especial en antioxidantes, y no nos olvidemos de estar activos: realizar ejercicio al menos media hora diaria es suficiente, y si es una hora mucho mejor (lo ideal sería combinar rutinas de fuerza y resistencia 2-3 veces a la semana), así como mantener unos buenos hábitos de sueño para descansar correctamente.