En general, los test de fertilidad se realizan a pacientes que tienen problemas para concebir. Pero también pueden ser útiles en el caso de que existan antecedentes de abortos u otros problemas ginecológicos en la familia, si decides posponer la maternidad o simplemente no descartas ser madre en un futuro. Su objetivo es comprobar si todo funciona correctamente y valorar las posibilidades de tener descendencia.

Los problemas de infertilidad son más frecuentes de lo que parece. Afectan a un 15% de las parejas y en un 30% de los casos se deben tanto a problemas de origen masculino como femenino. La ventaja de hacerlo con antelación es que permite iniciar cuanto antes un tratamiento si se detecta algún problema y disponer de más tiempo para tomar cualquier decisión.

¿Qué pruebas se hacen? Y ¿es largo o complicado?
“En general, y si no hay que hacer una prueba especial, el test es sencillo y los resultados se obtienen en unas semanas”, explica la Dra. Marina Solsona, especialista en reproducción asistida de Dexeus Mujer. “Hay que hacer una primera visita para conocer el estado de salud, hábitos de alimentación, estilo de vida, el historial clínico y los antecedentes familiares de la paciente». También se lleva a cabo una analítica de sangre que incluye un estudio hormonal, una exploración física, una citología -para descartar posibles infecciones o lesiones en las células- y una ecografía vaginal. Si la paciente es mayor de 40 años es posible que también se aconseje una mamografía o ecografía mamaria. Si tienes pareja, en nuestro centro ofrecemos la opción de hacer un test de fertilidad conjunto.

Pero, ¿qué datos son los más importantes? Y ¿en qué se fijan los expertos para hacer una buena valoración? Cada caso se estudia de forma individualizada, por lo que el tipo de pruebas siempre se ajusta a las necesidades. No obstante, hay algunas que son genéricas y forman parte del protocolo habitual. En este post te indicamos cuáles son:

  1. Valoración de la reserva ovárica
    Requiere realizar una ecografía transvaginal entre el tercer y quinto día del ciclo menstrual. El objetivo es hacer un recuento del número de folículos que contiene cada ovario. Los folículos son como “bolsitas de líquido” en cuyo interior hay un óvulo sin madurar. Si se detectan más de 10 folículos (sumando los 2 ovarios), significa que la reserva ovárica es correcta. Un recuento igual o inferior a 4 ovocitos por ovario, o de 7 en total (sumando los de ambos ovarios) se considera una baja reserva ovárica. Pero eso no significa que no sea posible conseguir un embarazo o que no reúnan la calidad necesaria.
  2. Niveles hormonales de AMH, LH, FSH, progesterona y estradiol
    Es fundamental para detectar problemas endocrinos que puedan afectar el ciclo menstrual y evaluar la reserva ovárica. Las hormonas principales que se analizan son:

    Hormona Antimülleriana (AMH): esta hormona la producen los folículos. Si es alta (por encima de 3,1 ng/ml), significará que la reserva ovárica es elevada. Si, por el contrario, es baja (menos de 1 ng/ml), indica que la reserva está disminuida y el tiempo de vida fértil o capacidad reproductiva de la mujer será más corto.
    FSH, LH y estradiol: la hormona folículo estimulante (FSH) se ocupa de activar y seleccionar los folículos para que crezcan. La hormona luteinizante (LH) es la que induce la ovulación, y el estradiol es la hormona que fabrican los folículos según van madurando. Todas ellas aportan información útil para valorar tu potencial de fertilidad. En general, valores de FSH por encima de 10 y/o estradiol basal mayor de 80 pg/ml indican una baja reserva ovárica, aunque pueden fluctuar entre ciclos (varían más de ciclo a ciclo que la hormona antimülleriana).
    Progesterona: la produce el ovario tras la ovulación. Indica la liberación del óvulo o posibles problemas de anovulación. Los niveles adecuados deben superar los 5-10 ng/ml.
  3. Ecografía vaginal
    Su objetivo es examinar los órganos reproductores, como los ovarios y el útero. Es necesaria para detectar cualquier posible irregularidad -como miomas, pólipos, quistes, etc. – o problema estructural, como puede ser alguna malformación o disfunción en el útero o tu sistema reproductor. También permite realizar el recuento de folículos que hemos comentado antes para valorar la reserva ovárica.
  4. Exploración física
    Consiste en realizar un examen físico de las mamas y un tacto vaginal para detectar si hay alguna irregularidad. Se realiza en consulta y es el mismo tipo de exploración que se practica en las revisiones ginecológicas de control anual.

Otras pruebas de fertilidad femeninas
En algunos casos, se necesitan pruebas adicionales. Estas son algunas de las más habituales:

Estudio del cariotipo: Es una prueba genética que analiza el número y la estructura de los cromosomas. Su objetivo es detectar posibles anomalías cromosómicas que podrían causar infertilidad, abortos recurrentes o problemas en el desarrollo del embarazo.
Histeroscopia: Se trata de una técnica en la que se introduce una cámara a través de la vagina y el cuello del útero para alcanzar el endometrio. Permite detectar la presencia de miomas, pólipos, malformaciones uterinas, restos abortivos o lesiones que pueden indicar un proceso canceroso o precanceroso.
Biopsia endometrial: está indicada en situaciones de fallos de implantación para determinar la receptividad del endometrio. Consiste en la extracción de una pequeña muestra de tejido del revestimiento del útero (endometrio) para su análisis. Permite diagnosticar infecciones, alteraciones celulares e irregularidades como la hiperplasia endometrial.
Histerosalpingografía: es una prueba algo más compleja, parecida a una radiografía e incluye la aplicación de un contraste yodado a través de la vagina. Su objetivo comprobar si hay obstrucciones en las trompas de Falopio u otro problema en el útero que impiden a los espermatozoides atravesarlas para llegar hasta el óvulo y fecundarlo. Actualmente, hay una alternativa: la salpingosonografía, que utiliza ultrasonidos para obtener las imágenes en vez de rayos X.