¿Sabías que los óvulos son las células más grandes del cuerpo humano, y las únicas visibles a simple vista? Miden, aproximadamente, 0,14 mm. Un tamaño que supera unas 10.000 veces al de un espermatozoide. Y empiezan a producirse en la etapa intrauterina, que es cuando se alcanza el pico máximo: ¡siete millones de ovocitos!
Sin embargo, a partir de ahí, “se cierra la fábrica”, y su número empieza a descender progresivamente. De manera que, al nacer, un bebé de sexo femenino ya tiene todos los óvulos que, en potencia, podrá utilizar a lo largo de su vida. Y esa reserva (unos dos millones) se reduce a un 5%: cuando llega a la pubertad, y sigue disminuyendo con el paso de los años, al igual que la fertilidad. Además, en cada ciclo menstrual se pierden cerca de mil ovocitos, por lo que, en la práctica desde la primera regla hasta la menopausia, el número de óvulos que una mujer puede utilizar no supera los 450.
Afortunadamente son más que suficientes para cualquier mujer que quiera tener descendencia. Pero…las posibilidades de que den lugar a un nacimiento dependen, en gran parte, de nuestra edad. Entre los 20 y los 30 años, la posibilidad de lograr un embarazo es de un 40%. Pero después la cosa cambia. ¿Por qué? ¿Es que nuestros óvulos tienen “fecha de caducidad”?
La respuesta es sí (a pesar de que muchas todavía pensemos que están en perfecto estado y esperando pacientemente su turno). Los óvulos también “envejecen”. La razón es que los ovocitos son vulnerables a diversos estímulos (tóxicos, enfermedades, radioterapia, etc.) y van perdiendo calidad. Eso no significa que a partir de los 35 años sea muy difícil quedarse embarazada pero con el paso de los años las probabilidades de concebir se van reduciendo, y las de que los óvulos estén dañados o se produzcan anomalías genéticas aumentan, especialmente a partir de los 38.
Las técnicas de reproducción asistida ofrecen muchas opciones para reducir riesgos pero todavía no pueden competir con nuestro “reloj biológico”. Y la prueba es que la tasa de éxito (que terminan en el nacimiento de un bebé) que ofrecen cuando una mujer utiliza sus propios óvulos disminuye de forma progresiva a medida que avanza su edad, como demuestra un amplio estudio realizado por la investigadora Marta Devesa, de Salud de la Mujer Dexeus.
Aún así, muchas pensamos que podemos ser una de las “afortunadas” que logran el éxito. Es posible. Pero para evitar posibles riesgos y decepciones, la ciencia ofrece dos opciones a las mujeres que, por diversas razones, hayan tenido que retrasar su maternidad (o deseen hacerlo): preservar la fertilidad u optar por la donación de ovocitos. Esta última es más frecuente en los EE.UU que en Europa, aunque España es uno de los países europeos en los que está más generalizada.
La decisión final siempre es personal y cada caso es diferente. Pero, ante la duda, vale la pena pedir asesoramiento para valorar cuáles son nuestra posibilidades reales de éxito antes de lanzarnos a la aventura, y a partir de ahí, elegir cuál puede ser la mejor opción.