La mamografía es una prueba sencilla, que apenas dura 10 minutos y sumamente eficaz para detectar de forma precoz el cáncer de mama. Sin embargo, la mayoría de las mujeres desconocemos con qué regularidad debe hacerse, qué información aporta y por qué no es reemplazable por la ecografía mamaria, una técnica menos invasiva e indolora.
Para responder a estas dudas y aclarar otras, hemos pedido a Jordina Travé, técnica en radiología del Servicio Ginecológico de Diagnóstico por la Imagen de nuestro centro, que nos indique por qué es la técnica idónea para el chequeo de cáncer de mama, qué nos desvela, y otros detalles poco conocidos y curiosidades sobre la composición de la glándula mamaria.
¿Preparada? Pues toma nota:
Te puede salvar la vida
Se trata de la única prueba que actualmente permite detectar lesiones en la mama de mínima dimensión hasta dos años antes de que sean palpables, lo que hace posible adelantarse a la progresión del tumor y aplicar tratamientos menos agresivos. Además, según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), las posibilidades de curación de los cánceres de mama que se detectan en su etapa inicial son prácticamente del 100%.
¿Por qué se aplican rayos x (Rx)?
Por dos razones. En primer lugar, los Rx permiten visualizar la estructura de la mama de forma global y observar de forma diferenciada áreas de diferente densidad (tejido adiposo, fibroglandular, depósitos de calcio…). En segundo lugar, permite detectar la posible formación de microcalcificaciones que podrían ser un signo indicativo de lesión tumoral.
La ecografía mamaria es una prueba complementaria, que permite examinar de forma más específica zonas visualizadas anteriormente en la mamografía. Por ejemplo: a través de una ecografía se puede diferenciar si un nódulo visualizado anteriormente es benigno o maligno.
¿Qué tipo de alteraciones suelen detectar?
¡Tranquila! Las más frecuentes son anomalías benignas que no tienen importancia, como quistes de grasa o de líquido (que con el tiempo se reabsorben o se pueden eliminar con una simple punción), fibroadenomas (formados por tejido glandular y tejido fibroso), calcificaciones dispersas (son procesos fisiológicos que se pueden dar tanto en el interior de la mama como en cualquier otra parte del cuerpo) y lesiones cutáneas, como quistes sebáceos o cicatrices.
A nivel internacional, existe un sistema consensuado denominado BI-RAD (Breast Imaging Reporting and Database System) que permite clasificar las anomalías en diferentes categorías y establecer un plan de seguimiento asociado en cada caso.
Un resultado inusual no debe ser motivo de alerta
Es normal que te preocupes si te indican que hay que hacer más pruebas, pero trata de no pensar lo peor hasta tener más información. A menudo, el simple hecho de tener mamas con tejido muy fibroso puede dificultar la interpretación de los resultados. En las mujeres jóvenes es frecuente (con los años suele aumentar la proporción de tejido graso, aunque depende de la genética). Por eso, pueden producirse lo que se llaman “falsos positivos”: hallazgos que se dan como sospecha y que al final resultan negativos.
De hecho, y según la Sociedad Americana del Cáncer, un 10% de las mujeres que se hacen una mamografía necesitan más pruebas para completar el estudio. Pero solo entre un 8% y un 10% de ellas requieren la práctica de una biopsia, y un 80% de las biopsias no resultan ser cáncer.
¿Es un riesgo la exposición a Rx?
La dosis es muy baja y un 50% inferior, de promedio, a la de los primeros mamógrafos (analógicos). Además, y desde hace diez años, en muchos centros se utilizan mamógrafos digitales de campo completo que digitalizan las imágenes de forma automática. Su eficiencia permite obtener imágenes de mayor calidad, así como archivar los resultados en formato digital y poder hacer estudios comparativos de un año a otro.
¿Cada cuánto y a partir de qué edad?
Existe mucha confusión sobre cuándo y con qué frecuencia se debe hacer una mamografía. En nuestro centro, la recomendación es que las mujeres se hagan una mamografía una vez al año a partir de los 40 años de edad y hasta los 75, momento en que se pueden espaciar la frecuencia a controles bianuales. En cualquier caso, lo que todos los médicos indican es que es fundamental llevar a cabo revisiones de control periódicas.
¿Y en situaciones especiales?
- Si tienes antecedentes de cáncer en la familia, es recomendable que empieces a hacerte las mamografías anuales a una edad más temprana (35 años) y que visites a un médico que pueda hacerte un seguimiento. Existen test, como el qCancerisk, que permiten incluso valorar el riesgo a partir de un simple análisis de sangre.
- En el caso de que te hayan intervenido, también es necesario realizar revisiones anuales de control, excepto si te han practicado una mastectomía.
- Si llevas prótesis, también es efectivo realizar mamografías, ya que en algunos implantes se puede aplicar la técnica Eklund, que permite desplazar la prótesis hacia la parte posterior del cuerpo, sin dañar el implante, y visualizar la glándula mamaria al completo.