Hacer deporte es beneficioso para la salud, pero no todo el mundo sabe que reduce el riesgo de desarrollar un cáncer y que, en personas que han tenido esta enfermedad, protege frente a posibles recaídas y ayuda a afrontar mejor el tratamiento. ¡Es una muy buena noticia! y hay muchos estudios científicos que lo demuestran. La Organización Mundial de la Salud lo corrobora y ofrece recomendaciones prácticas para los diferentes grupos de edad (ver recuadro al final).
Sin embargo, no todos los oncólogos aconsejan hacer deporte a sus pacientes y, aunque se les aconseje, solo una tercera parte de ellos siguen las recomendaciones de su médico. Así que, coincidiendo con el Día Mundial contra el Cáncer, hemos decidido dedicar el post de esta semana a este tema. El Dr. Rafael Fábregas, consultor de Ginecología Oncológica y Mastología de nuestro centro, nos cuenta por qué hacer ejercicio ayuda a prevenir el cáncer, qué actividades son las más aconsejables, y cómo y cuándo se pueden empezar a practicar.
La primera pregunta es: ¿a qué se debe su acción protectora? Hacer ejercicio reduce la concentración hormonal en sangre –algunos cánceres de mama, por ejemplo, son de origen hormonal– y combate procesos inflamatorios que se asocian al desarrollo de esta enfermedad. Además, ayuda a regular los niveles de insulina (azúcar), evita el sedentarismo y el aumento de peso, tres elementos que se consideran factores de riesgo del cáncer. Por otro lado, tiene múltiples efectos positivos a nivel anímico, lo que ayuda afrontar mejor cualquier enfermedad, y también reduce la ansiedad, mejora la movilidad y el equilibrio, contribuye a mantener la densidad ósea y la masa muscular, aumenta la resistencia, alivia el dolor, potencia la autoestima, aporta energía y ayuda a dormir mejor. ¡No se puede pedir mucho más!
¿Protege frente a todos los tipos de cáncer? Prácticamente. Si hablamos de cánceres que afectan a las mujeres, se ha observado que tiene una acción protectora frente al cáncer de mama, endometrio y útero. En ovario no se ha podido confirmar de forma tan evidente, porque este tipo de cáncer es más complejo y menos frecuente. En cuanto al resto, también se ha observado su efecto beneficioso en cáncer de pulmón, recto, colon, vejiga, próstata, estómago, mieloma, intestino…
¿Qué tipo de actividades deportivas son las más recomendables? Los ejercicios aeróbicos, como caminar, correr, bailar, nadar o ir en bicicleta, que movilizan las articulaciones y hacen trabajar a los músculos de diferentes partes del cuerpo. Este tipo de ejercicios requieren que el corazón bombee más rápido para aumentar el flujo sanguíneo y el suministro de oxígeno, lo que permite mejorar la oxigenación de los tejidos y tonifica el sistema cardiovascular. Además, el trabajo muscular hace que el cuerpo queme grasas e hidratos de carbono para obtener la energía que necesita. En el caso de pacientes de cáncer de mama, yo recomiendo especialmente la marcha nórdica, porque el hecho de utilizar bastones también favorece la movilidad de los brazos.
¿Cuánto tiempo conviene practicarlo? Se aconseja al menos tres veces por semana y durante unos 45 minutos, aunque siempre hay que adecuarlo a la capacidad de cada persona. Mejor por la mañana, ya que se está más descansado, al aire libre –el contacto con la naturaleza también aporta bienestar– y en grupo: motiva más y se suele ser más constante. De todos modos, tanto la frecuencia como la intensidad es variable y depende del estado físico de cada mujer. Lo que es común es que la práctica debe exigir un cierto esfuerzo.
Si estás en tratamiento ¿cuándo se puede empezar? En principio, y a no ser que te lo hayan desaconsejado, tanto si estás haciendo radioterapia como quimioterapia puedes hacer ejercicio, y de hecho se recomienda, porque ayuda a mitigar los efectos secundarios de estos tratamientos, como las náuseas, el estreñimiento, la falta de apetito, el aumento de grasa corporal, la pérdida de fuerza y masa muscular, la sensación de fatiga o la disminución del deseo. Pero es preferible hacerlo unos días después del tratamiento, y evitar espacios que aumenten el riesgo de infección –como zonas de agua y piscinas muy concurridas– o ejercicios que exijan un mayor esfuerzo físico, sobre todo si tienes el sistema inmune debilitado.
¿Es conveniente que te supervise un profesional? Depende de si ya habías hecho deporte antes del diagnóstico o no, y del tipo de cáncer y de tratamiento. En general, siempre es aconsejable pedir asesoramiento a un especialista, como un fisioterapeuta, sobre todo si el impacto de la cirugía, la quimioterapia o la radioterapia es alto y no se está muy en forma. Además, es importante tener en cuenta la localización del tumor, porque los músculos, tendones y ligamentos próximos a la cirugía o a la zona radiada pueden estar afectados, resentidos o más sensibles.
¿Cómo se puede evitar hacer sobreesfuerzos? En general para que el ejercicio sea efectivo, es importante que notes que estás haciendo un esfuerzo, es decir: que el corazón bombee más rápido o sudar entra dentro de lo que se considera normal. Pero la intensidad y la duración de la práctica hay que adaptarla a la edad, condición física y circunstancias personales. Por ello pide consejo a un profesional y también a tu médico. En cualquier caso, debes saber que siempre es mejor hacer ejercicio que no hacer nada, tengas la edad que tengas y estés en mejor o peor forma física, incluso aunque te sientas cansada. También es importante empezar con un listón bajo e ir aumentando el ritmo y el tiempo de forma progresiva, en función de cómo respondas y los resultados.
¡Esperamos que te haya resultado útil! Y si tienes dudas o quieres ampliar la información sobre este tema, ¡te leemos en los comentarios!